NACIONALES

ASEGURAN QUE 4 DE CADA 10 TRABAJADORES ESTARÍAN EN RIESGO ALTO DE CONTAGIO SI SE LEVANTARA LA CUARENTENA

Un estudio analiza la proximidad en las tareas y en los medios de transporte en una eventual flexibilización completa de la cuarentena.

En medio del dilema entre actividad económica y salud se ubica el problema de la proximidad: la cercanía que permite la circulación del virus es muchas veces la necesaria para que se desarrolle un trabajo. Por eso es la variable clave a la hora evaluar la posibilidad de que diversos grupos de trabajadores retomen la actividad.

Según un estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), un 25% de los trabajadores realiza sus tareas laborales con baja proximidad en relación a otras personas, un 60% lo hace con proximidad media -es decir, con cierta cercanía pero poco contacto directo- y un 15% necesita tener contacto físico alto para desarrollar sus tareas. De levantarse completamente la cuarentena, el grado de proximidad determinaría también el riesgo de contagio: bajo, medio o alto, respectivamente.

Pero si a la proximidad requerida por la tarea se le agrega la del transporte para llegar al trabajo, el panorama se vuelve más complejo: a nivel nacional, 4 de cada 10 trabajadores estarían en riesgo alto de contagio si se flexibilizara de manera total el aislamiento y el número aumenta a 6 de cada 10 si se considera exclusivamente el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).

“En los centros urbanos se produce la movilización de grandes masas de trabajadores. En el AMBA es muy complejo porque tenemos sistemas que ya funcionaban colapsados“, señala Ramiro Albrieu, investigador principal del programa de desarrollo económico de CIPPEC. “El que tiene el problema mayor es el servicio de trenes, porque es más limitado en términos de capacidad y se produce una mayor aglomeración. El desafío de pensar una política pública para este problema es gigantesco”, agrega.

Junto con Megan Ballesty, Albrieu es autor del estudio “Políticas públicas para pensar el sendero laboral hacia la nueva normalidad post-COVID-19”. En ese trabajo analiza cuánta proximidad física generan las distintas actividades económicas para pensar qué políticas públicas serían imprescindibles en un escenario de salida de la cuarentena.

 

“Como idea general, habría que moverse hacia un mercado de trabajo donde se respeten los criterios sanitarios de distanciamiento. Esto implica una ingeniería para 12 millones de trabajadores que es inédita en la historia“, dice Albrieu.

Empleo, pandemia y después…

Los investigadores partieron de la lista de actividades exceptuadas del aislamiento hasta el 8 de mayo, es decir, antes del anuncio de la apertura de comercios de cercanía en la Ciudad de Buenos Aires, y la cruzaron con la información de los ocupados de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec (EPH), un universo de 11,6 millones de trabajadores en los 31 aglomerados que cubre la encuesta, al tercer trimestre de 2019 (últimos datos disponibles).

El resultado es que un 40% de ese universo se encuentra ocupado en actividades exceptuadas del aislamiento social obligatorio. De ellos, unos 500 mil tienen más de 60 años, por lo que están licenciados.

De los 7,5 millones de ocupados dentro de las actividades alcanzadas por el aislamiento social obligatorio, el estudio estima que “unos 2,2 millones realizan tareas que pueden efectuarse desde una locación remota“.

 

Sin embargo, la cantidad de posiciones teletrabajables es un número potencial todavía muy distante de las posibilidades concretas de su implementación. “El problema es que nuestras empresas y trabajadores no están adecuados al teletrabajo”, observa Albrieu. “Apenas un 3% de las empresas implementan teletrabajo y, del lado de los trabajadores, si 9 de cada 10 hogares tienen acceso a Internet, en los hogares pobres sólo lo tienen 7 de cada 10. Además, en los deciles bajos, menos de la mitad de los hogares tiene computadora y menos del 5% de los hogares tiene un espacio que puedan usar como oficina“, detalla el investigador.

Así, un aprovechamiento de ese potencial teletrabajable implicaría el desarrollo de políticas laborales específicas que van desde la revisión de regulaciones y convenios laborales a políticas de mejora en la conectividad, de promoción del uso de dispositivos digitales y de formación o readaptación de habilidades digitales.

Tan lejos, tan cerca

El estudio propone una clasificación de los niveles de proximidad requeridas por tipo de ocupación. Las ocupaciones de “proximidad baja” son las que no requieren interacción con otras personas o bien requieren interacción a distancia, como en el caso de aquellos que trabajan en oficinas individuales. Las de “proximidad media” son las que requieren interacción cercana, por ejemplo, quienes comparten una oficina o un mismo espacio de trabajo. Finalmente, las de proximidad alta, son las ocupaciones que requieren gran cercanía (menos de un brazo de distancia) o directamente contacto físico con otras personas.

Así, de los 5,3 millones de ocupados que están en aislamiento, pero cuyas posiciones no son teletrabajables, la mayor parte (68%) se ubica en ocupaciones de proximidad media. Un 18% en las de proximidad alta y un 14% en las de proximidad baja.

 

De este último 14%, el 80% trabaja en el segmento de limpieza y poco menos del 10% en ramas no teletrabajables asociadas a la enseñanza. La mayoría son mujeres y el 60% trabaja en la informalidad.

El grupo de proximidad media es “altamente heterogéneo”. La mayoría son hombres (75%) y la informalidad promedio roza el 50%. Gran parte de las ocupaciones de este segmento son operativas (80%). Prevalecen actividades de comercio, construcción e industria.

Por último, en el grupo de alta proximidad la informalidad alcanza el 55% y las ocupaciones operativas y no calificadas comprende el 80% de los ocupados. El 65% son mujeres que se desempeñan en servicios domésticos, particularmente en el segmento de cuidado de personas y servicios de sanidad no calificados. También tienen un rol importante los servicios personales, las actividades relacionadas con la enseñanza , los servicios de alojamiento y gastronomía y el comercio.

Pero los riesgos de aglomeración y alta proximidad pueden no estar en el puesto de trabajo, sino en el transporte. “Por eso hay que entender la proximidad desde que el trabajador sale de su casa hasta que vuelve“, apunta Albrieu. Y ejemplifica: “Las tareas de limpieza pueden ser de baja proximidad, pero los trabajadores de esos servicios usan intensivamente el transporte público. Por eso hay que entender todo el ciclo”, enfatiza.

Los mayores riesgos se dan en las actividades con alta proximidad tanto en el uso del transporte como en el puesto de trabajo: “aquí entran todos los servicios de salud en las grandes ciudades, parte del comercio, hotelería y gastronomía, los servicios domésticos en las grandes ciudades y parte de la construcción”, enumera Albrieu.

 

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