INTERNACIONALES

SON HERMANOS, ESTÁN EN PAREJA, TIENEN HIJOS Y RECLAMAN PODER CASARSE

Ana y Daniel Parra son los protagonistas de esta historia. Tienen hijos de 5 y 3 años, y llevan una vida familiar normal, aunque su principal preocupación es que no pueden casarse legalmente.

Después de reprimir lo que sentían, dos hermanos españoles decidieron vivir a pleno su historia de amor. Tal es así que tras dejar atrás prejuicios y cuestionamientos sociales lograron conformar una familia junto a sus hijos de 5 y 3 años, aunque continúa su lucha para casarse legalmente.

Según contó Ana Parra, que hoy tiene 34 años, y es una de las protagonistas de esta historia, cuando ella tenía apenas unos pocos meses su padre la abandonó a ella y a su madre, y creó otra familia. Por lo que Ana se crió con la nueva pareja de su mamá como su figura paterna, y cortó completa relación con su progenitor.

Sin embargo, en abril de 2006, cuando ella tenía 20 años, sintió curiosidad por encontrar a su padre y a su nueva familia, así fue que lo rastreó a través de las redes sociales, y se encontró con quien era su hermano, Daniel Parra, que en ese entonces tenía 17 años.

Ese fue apenas el inicio de una historia de amor que genera polémica. Dos días después de intercambiar unos mensajes por redes sociales pusieron fecha para encontrarse y conocerse. Daniel sabía sobre la existencia de una hermana en alguna parte del mundo. Sin embargo, pese a la distancia que sintieron en un primer momento, siempre habían estado cerca físicamente. Es que ambos vivían en Santa Eulalia de Ronsana, un pueblo de Cataluña de 7.000 habitantes.

“Así que fuimos entablando una relación, quizás un poco forzada por intentar conocernos. Y poco a poco nos fuimos acercando más”, contó Ana, quien comenzó a compartir cada vez más tiempo con Daniel. Conoció a sus amigos, y empezaron a salir de fiesta, a ir juntos a cenas, a conciertos.

En ese contexto, dada la difícil situación económica de Ana, Daniel le propuso mudarse con ella y compartir gastos. Aunque quienes los rodeaban advertían que el vínculo que mantenían “no era de hermanos”, ellos no lo asumían, hasta que una noche que salieron a bailar Daniel le dio el primer beso. “Esa noche la pasamos juntos”, relató Ana.

“Es que por más que no tuviéramos sentimientos de hermanos la sociedad te impulsa a creer que está mal. Pero somos hermanos porque lo dice un papel, el sentimiento no es ese, si hubiese estado ese sentimiento de hermanos no hubiese pasado entre nosotros nada de esto”, dijo Daniel.

Al otro día, cuando ambos “cayeron” en lo que había pasado, decidieron poner un freno y remprimir lo que sentían. “Seguimos un poco la rutina de intentar que no sucediera nada entre nosotros, pero cada vez sucedía más a menudo”, contó Ana.

La primera separación no duró ni un día. “Lo hablamos por la mañana y por la noche estábamos en el sofá y dijimos ‘bueno, cada uno a su cama y al final volvimos a dormir juntos”. Ocultaron lo que sentían a su entorno durante meses. Una vez más intentaron estar separados, pero les fue imposible. Así que decidieron viajar a Londres a visitar a unos amigos, y por primera vez se sintieron libres para caminar de la mano, cenar afuera, y hacer vida de pareja.

Ese viaje fue necesario para visibilizar lo que ambos querían. Cuando volvieron a España enfrentaron lo que sentían y comenzaron una vida de pareja.

Después de algunas consultas médicas a ginecólogas reconocidas para saber si por su lazo sanguíneo un bebé de ellos podría tener algún problema genético, Ana dejó los anticonceptivos y al mes quedó embarazada de gemelas. Una de las bebés falleció a los tres meses, antes de nacer. Aunque les explicaron que la pérdida pudo haber sucedido por algún coágulo de sangre, quizás producto de algún esfuerzo o por mala implantación.

“El riesgo de que nacieran con algún tipo de enfermedad recesiva (las que todos genéticamente portamos pero que necesitan de otra mitad para que se pueda transmitir) es de un 4% mayor que una pareja que no comparte genes”, le habían dicho los médicos.

Aunque tras la muerte de una de las bebés sintieron miedo, ambos sabían que era una posibilidad. Luego vino el segundo embarazo, el varón. Hoy sus hijos tienen 5 y 3 años.

Pese a que llevan una vida familiar normal, Ana y Daniel no pueden contraer unión legal porque el Código Civil de España prohíbe el matrimonio entre parientes directos.

“Compartimos la libreta de familia. Yo estoy reconocido ahí como padre de mis hijos y ella como la madre. O sea, todo es legal excepto que no podemos ser pareja legalmente. Eso es algo que todavía no entendemos”, sostuvo Daniel.

Y concluyó: “No estamos promoviendo el incesto y nada de esas cosas que nos han dicho. No queremos hacer una reivindicación de eso, no es lo que hemos querido hacer nunca. Esta es solo nuestra vida”.

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