SOLAMENTE VOS SOS CAPAZ DE PROVOCAR LA BUENA O MALA SUERTE
El profesor Antonio Las Heras propone reflexionar sobre la realidad de la llamada “mala suerte” y si puede ser cambiada.
Un gran porcentaje de las personas que asisten, por primera vez a mis cursos, talleres, jornadas o conferencias de desarrollo del poder mental, creación de pensamiento positivo y destrezas para una vida en Armonía, señalan – casi invariablemente – la siguiente frase: “Lo que pasa es que yo tengo una mala suerte…”, por lo usual acompañada, luego, de la pregunta: “Usted, doctor, ¿podría ayudarme a cambiarla?”
A todos ellos les explico que parten de una base equivocada: ninguno tiene “mala” o “buena” suerte. Lo que ocurre es que cada uno produce hechos favorables o desfavorables, de acuerdo a las decisiones que ha tomado tanto como de las que no ha tomado. Por algo existe el antiguo y sabio refrán que afirma: “La suerte golpea en la casa de quien se encuentra preparado.”
¿Qué es esto de la buena o mala suerte? Una breve recorrida por la Historia habrá de ayudarnos a desentrañar el enigma.
¿Por qué se dice que el día viernes es desfavorable? Así lo afirmaban los reyes y sacerdotes de la Mesopotamia y, más recientemente entre los cristianos, se atribuye al hecho de que Cristo fue crucificado ese día. Las creencias populares sostienen que no hay que cortarse las uñas ni empezar un nuevo trabajo ni moverse de un lado al otro a mucha distancia durante el día viernes.
El mes de mayo también es considerado desgraciado. En alguna medida se debe a que los romanos antiguos hacían en ese mes sus ofrendas a los muertos. Hoy no son pocos los que consideran inoportuna la celebración de un casamiento y las visitas a parientes lejanos en mayo.
“En martes no te cases ni te embarques”, recomendaban nuestras abuelas. Cuidado con lo que puede ocurrir un martes 13, numero considerado como el más desafortunado. Esto obedecería a que Cristo y sus discípulos eran 13 y el miembro número 13 del grupo fue un traidor. Alrededor del martes y el 13 se tejen historias interminables.
Otros hechos, considerados de poca fortuna, se basan en cuestiones psicológicas. ¿Por qué al romper un espejo o al derramar la sal tendremos, se supone, mala suerte? La explicación es la siguiente: si uno rompe su reflejo (el espejo) destruye su otro “Yo”, su personalidad.
La sal, tradicionalmente, contrarresta la corrupción; esto es: el mal. Derramarla o desperdiciarla deja las puertas abiertas a las negatividades. No me digas que vos no has sentido inquietud alguna vez que, accidentalmente, derramaste sal.
Tras este pantallazo sintético y general de los hechos que podrían generar buena o mala suerte, formulo una pregunta: ¿vos crees en estas cosas? Cualquiera sea la respuesta, la sugerencia es la misma: convertite en alguien capaz de provocar tu buena suerte en cada actitud diaria. Porque si vos crees que un viernes o la sal derramada te ocasionarán momentos aciagos, estos sucederán. A veces, con graves consecuencias. Otras, con tropiezos menores.
Reflexiones
Lo que, popularmente, se denomina “buena suerte” no es otra cosa que el ejercicio adecuado de una buena planificación. Y eso sólo es posible cuando uno tiene proyectos de vida precisos. Como decía San Ignacio de Loyola, cuando la persona puede responder a sólo dos preguntas. “¿A dónde voy y para qué voy?”
A dónde voy es tener un plan en mente, algo que se desea realizar. Pero no alcanza con eso. Es imprescindible responder al ¿para qué voy?, y eso implica haber diseñado una planificación correcta que, además, sea lo suficientemente elástica y plástica –sobre todo en estas épocas de tanta incertidumbre– para que sea posible realizar cuánto cambio se requiera para la concreción de lo buscado.
La “buena suerte” es dedicación, perseverancia, esfuerzo, estudio, entrenamiento, superación del “nos” sobre el “yo” (ninguno puede todo solo; hay que ser capaz de decir “necesito”), aprendizaje y trabajo permanentes, concentración mental.
Como señaló el filósofo y escritor norteamericano Ralph Waldo Emerson: “Las personas poco profundas creen en la suerte… las personas fuertes creen en causa y efecto.”
Y Anne Tyler: “La gente siempre lo llama suerte cuando lo que hiciste es actuar con más sensatez que ellos.”
“La mala suerte es sólo la excusa supersticiosa –escribió Joan Lowery Nixo – para aquellos que no tienen el ingenio para lidiar con los problemas de la vida.”
Tal vez, con su ironía, Thomas Jefferson, haya sido quien mejor describió el tema: “Soy un gran creyente en la suerte; y me parece que cuánto más duro trabajo, más suerte tengo.”
La vida es para quienes se atreven
Tantas veces hemos dicho que la vida es para quienes se atreven. No es para dubitativos ni para pusilánimes ni para cobardes. Esos son los que siempre invocarán a la temible “mala suerte.” La realidad es otra. Y es lo que recién hemos dicho: la vida es para los dispuestos a atravesar nuevos horizontes con lo cual hacer nuevos hallazgos y descubrimientos. Ya conocía esto el poeta Virgilio, cuando expresó: “La fortuna se pone de parte del que se atreve.” Entendiéndose por la Diosa Fortuna a lo que la gente suele llamar “buena suerte.”
Frank Sinatra también se refirió a este tema: “La gente a menudo comenta que tengo mucha suerte. La suerte sólo es importante en la medida en que tenga la oportunidad de utilizarse en el momento adecuado. Después de eso, debes tener talento y saber cómo usarlo.”
Con las últimas tres palabras, el cantante destaca otro importante asunto a tener en cuenta. ¡Muchos son los talentosos que, para explicar su fracaso, invocan a la mala suerte! Pero no es así. Ocurre que no han sabido cómo desarrollar, desplegar y usar ese talento que Dios o la Naturaleza (como cada uno quiera) le ha dado. Un talento requiere de entrenamiento; y esto de un entrenador; y todo esto de esfuerzo, dedicación, perseverancia, ciertas rutinas o formas de vida. Situaciones a las que muchos prefirieron no hacer. No fue mala suerte. Fue mala elección, decisiones equivocadas.
Conclusión
Lo concreto es que la vida de cada persona es el resultado de las decisiones que toma… tanto como de las que no toma.
No hay buena ni mala suerte. No nos cansaremos de repetirlo. El sendero de la buena suerte es, pues, el resultado de un conjunto de decisiones adecuadas que cada persona toma basada en el entramado del uso del pensamiento racional reflexivo positivo creativo con su propia intuición y sensibilidad.
Todo lo demás, son meras e inútiles excusas.
Y otra cosa: En el momento de la vida que sea, a la edad que se tenga. Siempre es posible cambiar, modificar, convertirse en exitoso, ser capaz de concretar los deseos positivos de vida que cada uno alberga. Sólo requiere aprender los métodos y técnicas para encarar este nuevo sendero que la existencia ofrece. ¡Y tener la decisión y perseverancia para atreverse a una vida nueva!
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, parapsicólogo, filósofo y escritor. www.antoniolasheras.com