TRES MUERTOS EN UNA BODA AFGANA POR PONER MÚSICA
Ni la alegría está a salvo en el Afganistán de los talibán. Una investigación sigue abierta para aclarar las circunstancias en que, según denuncian testigos y confirman las autoridades, un grupo de individuos identificándose como talibán irrumpieron a tiros en una boda para exigir el fin de la música. Ocurrió el sábado. Aunque las autoridades del Emirato Islámico se desvinculan de los autores, el suceso deja entrever los problemas que los nuevos gobernantes extremistas tienen para controlar sus huestes.
“La pasada noche, en la boda de Hani Malang Jan en el pueblo de Shamspur Mar Ghundi de Nangarhar, tres personas que se identificaron como talibán entraron en las instalaciones y exigieron detener la música”, ha explicado en un comunicado el portavoz del Gobierno talibán, Zabihullah Mujahid. “Como resultado del tiroteo, al menos tres personas han muerto y algunos otros han resultado heridos. Dos sospechosos han sido arrestados por los talibán en conexión con el incidente y otro está en búsqueda”.
De acuerdo con diversos relatos de la matanza, publicados por periodistas afganos, la celebración contaba con el permiso preceptivo de las autoridades. Se trataba de una ceremonia segregada, con dependencias distintas para mujeres y hombres. Sin embargo, combatientes al servicio de los talibán, apostados en una base de la localidad, presuntamente se acercaron a la boda a exigir el cierre de la música. Abrieron fuego en el área reservada para los varones, matando a tres de ellos.
“Los perpetradores del incidente atrapados, que han usado el nombre del Emirato Islámico para llevar a cabo sus feudos personales, han sido puestos a disposición de la ley sharía”, aseguran los talibán en su comunicado. Fue un intento más de mostrar un relieve oficial, desligándose de la criminalidad común. Es difícil delimitar una frontera entre ambos después de haber fiado su expansión por todo Afganistán a la apertura de cárceles para liberar a prisioneros, muchos de ellos luego alistados a sus filas.
Desde que los talibán tomaron el poder hace dos meses, su establecimiento de leyes draconianas, como las que limitan severamente el acceso de las mujeres a la educación, se ha alternado con noticias sobre asesinatos de ex funcionarios del Gobierno anterior o ex empleados de las fuerzas extranjeras. Aunque la falta de verificación de muchas de ellas no permite trazar un mapa exacto del horror, las múltiples denuncias de persecución y amenazas dan cuenta de una situación crítica para muchos afganos.
Con todo, y a pesar de los precedentes de su anterior Gobierno, que sí prohibió la música, esta vez los talibán no han proclamado tal regla por el momento. “En las filas del Emirato Islámico nadie tiene derecho a alejar a nadie de la música ni nada, sólo tratar de persuadirlos. Esa es la vía principal”, había asegurado Mujahid en una comparecencia anterior. “Si alguien mata a alguien por sí mismo, incluso si pertenece a nuestro personal, eso es un crimen, lo llevaremos ante los tribunales”.
Desde su llegada al poder, se ha extremado el borrado de las mujeres, se han recuperado las ejecuciones callejeras y ha comenzado el acoso a los drogodependientes, con métodos severos para acabar con su adicción. Todas ellas señales de un Emirato Islámico que trata de mantener el difícil equilibrio de mantener el control del país bajo sus normas y obtener el reconocimiento internacional que puede ayudarle a solventar sus graves problemas financieros. La ayuda humanitaria es urgente.
No juega a favor de sus planes la confusión reinante en torno a sus métodos y las autoridades que los aplican. Como que su rostro más importante siga sin dar la cara. Este domingo, fuentes talibán aseguraron que Haibatullah Akhundzada, quien ostenta el cargo de Líder Supremo de los talibán, había emergido de su vida secretiva acudiendo a una mezquita de la ciudad de Kandahar. Supuestamente fue su primera aparición desde el ascenso talibán, pero no hay fotos de la cita.