ECONOMÍA

LA NOTICIA FALSA LE COSTÓ AL CENTRAL U$S 489 MILLONES

Ventas en un mercado sediento y goteo de depósitos. El plazo de la mala onda. En espera del Fondo. Un pacto, condición necesaria pero insuficiente. El futuro.
La versión, a todas luces falsa, sobre la inminencia de un corralito 2.0, que circuló por WhatsApp y las redes sociales durante el último fin de semana, siguió envenenando el martes el aire del mercado financiero a pesar de las desmentidas del Gobierno y de todos los analistas independientes. Las reservas del Banco Central cerraron la rueda con una caída de 489 millones de dólares, hecha de intervención en el mercado mayorista, caída de la cotización de tenencias que están en su cartera y de retiros de depósitos de los bancos que persistieron y que, cabe esperar, deberían menguar en los próximos días.
Según supo Letra P, el Central debió vender en el mercado 130 millones de dólares -que se sumaron a 70 millones del lunes- para hacer frente a la demanda de importadores y para estabilizar la cotización mayorista del tipo de cambio oficial, ítem también inflado por las expectativas negativas y que pegó duro en el nivel de reservas brutas. Asimismo, influyó el carácter adverso de la jornada en todo el mundo. Los retiros de depósitos por parte de tenedores asustados por las versiones de corralito treparon a 24 millones de dólares.
Aunque imprescindible, controlar los daños de la última fake news no es la solución a todos los problemas. Los depósitos vienen en caída desde hace un mes, demostración de una confianza que se erosiona.
La autoridad monetaria minimiza la importancia de este último número y confía en terminar de conjurar los efectos de la noticia falsa del fin de semana entre este miércoles y este jueves.
Tras el fin de semana de rumores motivados por el Club del Helicóptero, el Central inició el lunes con reservas brutas de 42.038 millones, mientras que al cierre de la rueda del martes contaba 41.549 millones. Un mes antes se habían ubicado en torno a los 42.816 millones de dólares, lo que marca la tendencia decreciente en el que, acaso, sea el período de mayor escasez de ingreso de exportaciones, algo que comenzaría a revertirse este mes con la liquidación de la cosecha de trigo y, sobre todo, desde fines de marzo con la de la soja.
Con esos números, que van más allá de esas versiones malintencionadas -más que a un gobierno, perjudican a la sociedad- y se vinculan con una crisis a la que el Gobierno no termina de ponerle piso, noviembre le costó a la entidad que dirige Miguel Ángel Pesce 1.267 millones de dólares.
Eso justifica la alarma del propio Central y su reciente decisión de que las tarjetas de crédito dejen de financiar los viajes al exterior.
La aparente proximidad de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar a diez años la deuda de 44.000 millones de dólares contraída por el gobierno de Cambiemos en 2018 debería ayudar a estabilizar las expectativas y entender que lo que viene es, antes que una megadevaluación de la cotización oficial del peso, una aceleración de la pauta de minidepreciaciones periódicas que convalida el Banco Central.
Los principales analistas privados coinciden en ese escenario ya que cabe descontar dos elementos clave: el Gobierno no quiere saber nada de una devaluación brusca que solo deterioraría más los ingresos de la población -sobre todo, cuando el saldo comercial no la hace necesaria- y el Fondo reclama que se reduzca la brecha entre los tipos de cambio paralelos y el oficial, superior hoy a un 100% y un verdadero llamador para las expectativas negativas.
Al respecto, el presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía, Martín Guzmán, aceleran las negociaciones con el organismo, para lo que el sábado volará a Washington una misión oficial.
La situación es urgente. Si bien ya está decidido pagar los 1.800 millones de dólares que vencen el 18 de este mes, lo que viene se hace cada vez más insostenible para un Banco Central exhausto: 731 millones el mes que viene, 372 millones en febrero y, especialmente, 2.873 millones en marzo. Antes de que llegue este último vencimiento -preludio de compromisos impagables dejados por el gobierno anterior por 19.000 millones de dólares en 2022 y otro tanto en 2023- debería haber fumata blanca si se desea evitar los peligros de un default.
Al respecto, quedará por definirse, cuando se conozcan los detalles del pacto, si la carta del sábado de Cristina Kirchner fue, como dicen cerca del Presidente, una declaración de apoyo a esas gestiones o una nueva y ácida advertencia sobre condiciones que no deberían parecerse en lo más mínimo a un ajuste.
Es necesario registrar que a la Argentina -no ya a una administración determinada- le cuesta demasiado y desde hace demasiado tiempo restablecer umbrales mínimos de confianza que le permitan financiarse en los mercados voluntarios. Es cierto que la irrupción de la variante ómicron del nuevo coronavirus hace temer más restricciones de viaje y nuevos confinamientos, lo que deteriora el clima financiero global, pero eso no explica de ningún modo que el riesgo argentino vuele por encima de los 1.900 puntos básicos, lo que saca al país de la cancha. Sin que ese indicador caiga a bastante menos que la mitad la deuda renegociada por el actual gobierno, que en dos años comenzará a requerir cancelaciones de capital, volvería a hacerse impagable y el fantasma de la cesación de pagos -y de una nueva reprogramación- quedaría a la vuelta e la esquina en el barrio de la crisis permanente.
Un entendimiento con el Fondo sería un elemento importante para empezar a restablecer la confianza extraviada, algo que se medirá en términos bien concretos, como la urgente acumulación de reservas, pero no sería de ninguna manera suficiente. Argentina deberá demostrar que tiene condiciones de estabilidad política a prueba de peleas en la alianza oficial, posibilidades de extender el rebote productivo de este año en un proceso de crecimiento respetable y decisión -y pericia- para iniciar un sendero descendente de variables largamente desquiciadas como los dólares alternativos, el déficit fiscal y la inflación.
Esos son los desafíos de fondo, que exceden largamente el daño de corto plazo de una fake news de intención golpista.

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