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CÓMO SON LOS ENTIERROS Y CREMACIONES DE LOS MUERTOS POR CORONAVIRUS EN ARGENTINA

Cuáles son las guías y recomendaciones en la Argentina para el manejo de cadáveres con y sin Covid-19. Zonas grises, falta de bases de datos unificadas y un sistema demasiado fragmentado.

La pandemia no solo cambió la vida de las personas, sino también el minuto después de la muerte. Modificó la manera en que los deudos pueden despedirse de su ser querido que ya no está, y la forma en que los cuerpos de los fallecidos son tratados.
Morir en la era de la enfermedad provocada por el coronavirus SARS-CoV-2 ya no es morir como hasta hace unos pocos nueve meses. Y eso, además de tener consecuencias sobre estados emocionales y psicológicos, también los tiene sobre cuestiones tan cotidianas como qué hacer con los cadáveres, cómo manipularlos y transportarlos, dónde sepultarlos o cremarlos.
Los problemas surgieron rápidamente. Ante la muerte por Covid-19 o su sospecha, son diversos las instituciones y protagonistas que intervienen, y los criterios no logran unificarse. ¿Cómo influye el virus en los rituales de despedida? ¿Qué rol juega el miedo ante el oficio de un sepulturero? ¿Y qué sucede con quienes fallecen sin nadie que los reclame? Apenas algunas de las preguntas, ante muchas zonas grises que persisten aún.
Procolos con los cadáveres
En el mes de julio cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense elaboró guías prácticas para el tratamiento de los cuerpos de personas fallecidas por Covid-19. Hasta ese momento, no existía una guía específica para el manejo de cadáveres de personas fallecidas por Covid-19. El Ministerio de Salud de la Nación publicó el 23 de abril recomendaciones para el manejo de cadáveres de personas que hubieran estado contagiadas con el coronavirus SARS-Cov-2 al morir. Dicho protocolo se basa en las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dadas a conocer en el 2014 sobre Prevención y control de las infecciones respiratorias agudas con tendencia epidémica y pandémica.
Pero el documento resultaba poco claro y hasta insuficiente para los distintos actores que intervienen en la complejidad de las muertes en contexto de pandemia: funerarias, personal de salud, cementerios, y hasta dolientes integran esa cadena tan diversa. De allí, las modificaciones que se tuvieron que realizar a lo largo de los meses.
Autopsias y certificaciones
La recomendación del Ministerio de Salud es no realizar autopsia a los cadáveres de personas fallecidas por Covid-19, ya sea que se trate de casos en investigación, probables o confirmados. Salvo indicaciones clínicas fundamentadas, la causa es que todavía pueden contener virus vivos en los pulmones y otros órganos.
Una fuente judicial de la Ciudad de Buenos Aires (CABA), dijo a NOTICIAS: “En el caso de fallecimientos por coronavirus, lo que se hace es llevar el cuerpo directamente del hospital al cementerio. En caso de no conocerse el diagnóstico, se lo traslada a la morgue y se lo hisopa: si el resultado da negativo se efectúa autopsia; si da positivo, no. Nosotros tomamos a todos los cadáveres como si fueran Covid-19 positivos, hasta que se demuestre lo contrario, porque no sabemos quién pudo haberse contagiado. Es por eso que siempre todo el personal de la morgue debe emplear un equipamiento especial, incluso para el hisopado”.
Desde el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, aclararon a la revista NOTICIAS que “no hay orden de hacerle tests a todos los cuerpos. La confirmación se da antes de la muerte. De todas formas hubo casos en los que sí se hisopó a la persona fallecida, por ejemplo cuando la muerte sucede en el hogar y la familia reporta que tuvo síntomas compatibles con Covid, o en casos en los que hubo un brote en la terapia hospitalaria y la persona falleció antes de que se la pudiera testear.”
Las funerarias
Desde el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires se confeccionaron dos protocolos, uno para el manejo de cadáveres con Covid-19 y otro para los servicios funerarios de fallecidos sin coronavirus.
Aunque la autoridad sanitaria provincial recomienda “no ofrecer un velatorio en sala, ni cortejo o ceremonia de entierro o cremación que implique una reunión de personas”, hay una excepción. En los casos en los cuales se haga “imprescindible la realización de este tipo de evento”, deberán regirse por determinadas normas estrictas.
Por ejemplo: no podrán estar más de cinco personas en las sala y siempre las mismas; el velatorio deberá realizarse a cajón cerrado; se prohíbe el consumo de alimentos durante el servicio de velatorio; se tomará la temperatura de los asistentes y entre los mismos tendrán que tener el distanciamiento interpersonal mínimo de 1,5 metro; los concurrentes deben preservar una distancia mínima de un metro al cajón/persona fallecida. No se permite tocar ni besar el cajón y todos los presentes deben utilizar barbijos.
Sin embargo, las polémicas afloran. “Nos ha pasado que a los 4 o 5 días de sepultado alguien llega la notificación de que esa persona tenía coronavirus, con lo cual no pudimos seleccionar a qué grupo pertenecían”, dice Juan Carlos Cuburú, gerente de Asociación de empresas funerarias de Argentina, (ASEF), integrada por 145 compañías de distintos Partidos del Gran Buenos Aires y también de CABA. “Hubo un caso, que tomó estado público, en el que se contagiaron más de 10 personas, incluidos los dueños. Después de esto la información que brindan las clínicas mejoró”.
Cementerios
Los cadáveres de personas fallecidas por Covid-19 son considerados dentro de un grupo especial, el II, que categoriza infecciones en cadáveres según riesgo de contagio y modo de transmisión. En estos casos, los procedimientos básicos indican que el cuerpo debe ser introducido en una bolsa plástica de alta densidad, impermeable y con cierre hermético.
“Aquí tenemos un segundo problema -dice Cuburú-. Este protocolo indica que se debe retirar con bolsa, para evitar contagios, pero llegamos por ejemplo al cementerio de San Miguel donde se nos dice que allí no entran cuerpos con bolsas. En ese caso nos vemos obligados a extraer el cuerpo de la bolsa y corremos el riesgo de que haya contagios.
Según Cuburu, los cementerios de Moreno, Merlo, José C. Paz y Gran Bourg no reciben cuerpos de personas fallecidas por Covid-19 para ser inhumados en tierra, sino que los mismos deben ser cremados, ir a nicho o bóveda con cajón en caja metálica. “No todas las familias tienen nicho o bóveda -describe Cuburu-. En estos cementerios no hay crematorios, de modo que es preciso llevar los cuerpos a La Matanza o a Berazategui. Estas son algunas de dificultades a resolver”.
Salvador Valente, secretario gremial del sindicato de Obreros y Empleados de los cementerios de la República Argentina, (SEOCRA), opina que “la pandemia marcó un antes y un después en nuestro gremio”. Por recomendación ministerial, los cementerios de gran parte de país se encuentran cerrados al público. Sólo puede ingresar el coche fúnebre y cinco acompañantes. Se realiza un entierro por vez, con turnos planificados, y en caso de que se hagan dos o más servicios en forma simultánea, será sin acompañantes ni familiares.
Sin unidad de criterios
Luis Fondebrider, fundador de Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que realizó las guías en tratamientos de cadáveres por Covid-19 presentadas por el Ministerio de Salud, considera que “no hay una unidad de criterios”. Y describe: “Por un lado, se emiten protocolos en diferentes provincias, muchas veces sin una cobertura nacional, o sin los expertos especificados. A esto hay que sumarle los problemas de tipo jurisdiccional, porque en la Argentina hay diferentes niveles: municipal, provincial y nacional. Pero por otra parte también hay que tener en cuenta que intervienen las funerarias, cuyo personal es el que maneja los cadáveres en circunstancias no jurídicas que deben seguir reglas claras, que varían de provincia en provincia”.
¿Y qué sucede si una persona fallece en la vía pública? “Hay ciertos conceptos básicos que están en los protocolos internacionales y son los que recomienda el Comité Internacional de la Cruz Roja, el principal protocolo que hay en el mundo -explica Fondebrider-. Un cadáver que no está identificado debe ser sometido a una serie de procedimientos, como toma de datos odontológicos, genéticos, huellas dactilares, descripción de señales en el cuerpo. Ese cadáver debe ser inhumado en una sepultura individual, en un área especial del cementerio, para que quede la posibilidad que si llega algún familiar, lo identifique”.
Además, un cadáver no identificado no debe ser cremado ni arrojado a fosas comunes, sino que es menester que esté correctamente documentado.
Todo cadáver que es fruto de una muerte sospechosa y no ha sido identificado tiene que ser sometido a autopsia. Para Fondebrider “los problemas que vemos ahora con el manejo y gestión de cadáveres en tema de coronavirus se montan sobre una situación que es compleja en la Argentina. Si una persona desaparece en Tucumán, y aparece un cadáver en Chubut, al día de hoy, no hay una forma de cruzar información en una base de datos nacional que permita valorar esos dos tipos de información. Porque hay una mezcla de jurisdicciones, porque intervienen jueces, fiscales, policías de diferentes ámbitos que no están conectados. Es necesario que haya un método unificado para procesar la información sobre personas desaparecidas o sobre información de cadáveres.
Para el antropólogo forense son especialmente críticos los casos de muertes en custodia, muertes en una comisaria o en centros de detención. “Ya de por sí son muertes sospechosas que ameritan una investigación”.
La pandemia lo cambió todo. Desde el punto de vista de Fondebrider, es una “oportunidad única” para introducir cambios y mejoras en las legislaciones, discutir cómo mejorar el sistema de gestión y manejo de cadáveres en el país. Confía: “Será beneficioso, no solo para posibles casos futuros de estas características, si no para el funcionamiento del sistema y, creo, que estamos en eso”.
Por Adriana Vanoli que es Integrante del Equipo de Investigación de Perfil Educación.

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