LA HISTORIA DE LA ABUELA QUE CUENTA CUENTOS POR WHATSAPP
Melé es una docente jubilada que vive en Hernández, a 85 kilómetros de Paraná, en el departamento Nogoyá.
La cuarentena la aisló de hija e hijos, pero sobre todo de nietos y nietas con quienes tiene un fuerte vínculo. Distinto a tantas y tantos otros, ella le buscó desde el amor la vuelta a la distancia. Eligió los mejores cuentos infantiles que tenía en casa y se los envió narrados por audio de whatsapp a sus nietos… y a familiares… y a amigos… y así.
Hoy lleva ya más de 150 cuentos enviados a un grupo enorme que no para de crecer.
“María Mercedes Graglia”, dicen las facturas que mes a mes llegan a su domicilio, pero todos quienes la conocen hablan de Melé. Docente jubilada, la cuarentena la encontró en su casa, en Hernández, localidad con 1790 habitantes del departamento Nogoyá, donde ha vivido la mayor parte de su vida.
“El” gran tema para ella fue, de golpe, cortar el vínculo personal que mantenía con sus afectos. “Me sentí muy angustiada, sobre todo por haber quedado separada de mis hijos y mis nietos, que viven en otras ciudades. Particularmente, me producía un dolor muy especial cortar la relación tan estrecha que tenía con mis nietos. Con los mayores me quedaba la posibilidad de comunicarme por las redes, al menos mantener el diálogo y ´vernos´ de algún modo, pero con los más chiquitos, no”, cuenta así el impulso que le dio vida a su idea.
En estos meses transcurridos cada uno ha vivenciado la cuarentena de acuerdo a sus posibilidades y circunstancias, pero no se puede dejar de notar la avalancha de mezquindades, recelos y odios que en más de uno brotaron, volcados sin cesar en las redes. Melé, dolida por la separación física de sus principales afectos, remó su tristeza hacia otro lado: se abrazó a la sensación que experimentó construyendo lazos de abuela-nietos que no había vivido en su niñez (cuenta que cuando nació, sus abuelos ya habían fallecido), y se empecinó en transformar distancia en presencia. ¿Cómo? Narrando cuentos.
“Pensé mucho en las nenas y nenes más pequeños, para quienes tal vez ha sido más difícil entender las limitaciones de esta etapa, ya que de un día para otro su vida cambió totalmente y de los parques, las plazas, de correr y jugar con otros chicos, pasaron a estar encerrados”, narra, y agrega: “Redifícil, ¿no? Más aún que para los viejos como yo”, apunta sonriendo Melé que al iniciar la nota aclaró que en septiembre cumpliría 77 años, para luego acotar con picardía: “Si llego”.
Contará entonces que pensó inmediatamente qué podía aportar ella en esa situación, algo que a la vez que acortara distancias, sirviera para que los lazos sigan fortaleciéndose: “Y bueno, fui a los libros de mi biblioteca. Empecé a grabar los cuentos infantiles que más me gustaban y compartirlos por whatsapp con mis nietos. Después, se los mandé a algunos familiares y amigos que tienen también niños o niñas, porque pensé que les podía ser útil. Les gustó, comenzaron a reenviarlos y se hizo un círculo bastante numeroso, tanto que decidí crear una lista de difusión, ya que desde ahí todos podían recibir el cuento diario”.
El grupo se llama “Te cuento un cuento”, tiene a la fecha alrededor de cien miembros y sigue sumando. Después, dirá su creadora que bien sabe las molestias que suelen causar los grupos de whatsapp, por eso especialmente aclara que ella y solo ella puede enviar y escribir en el grupo. Que solo hay envío una vez en el día: el audio del cuento y un breve saludo que incluye el título de la narración y su autor o autora.
Todos los días una narración para niños, niñas (especialmente) y para todo quien quiera oírla. “Poco a poco se han ido sumando interesadas e interesados de todas partes, por la misma circulación que permite el medio. Reciben el audio y lo escuchan cuando pueden o quieren, a alguna hora del día. Muchos de los niños y niñas los oyen de noche, antes de dormir, según me cuentan mamás, papás y abuelas. Se lo han ido enviando grupos de docentes también, y a veces son los mismos chicos y chicas que me hacen llegar dibujos o grabaciones de lo que recrean a partir de los cuentos”, detalla Melé.
Luego, dirá Melé que está en un intento de mantener el registro de los que se van sumando al grupo, pero que cada vez se le hace más difícil, por la magnitud que va tomando la difusión. “Actualmente, estos audios circulan por muchos pueblos y ciudades y también por zonas rurales de diez provincias argentinas, ¡diez provincias!”, destaca esta abuela narradora con una sonrisa plena de alegría incrédula.
“Mi tarea consiste en leer muchos cuentos”, plantea Melé cuando se le pregunta cómo elige qué narrar. “No podés transmitir si el cuento no te gusta”, declara.
“Hasta ahora no he repetido ningún cuento, pero sucede que a medida que se incorpora gente al grupo no puede ver lo que se compartió antes… y los primeros cuentos que narré son los que tengo en casa, en mi biblioteca… son los que más me gustan… así que probablemente en breve los vuelva a enviar, a algunos al menos”, aclara.
De momento, ya lleva narrados y enviados más de 150 cuentos, y hasta ahora ha podido llevar adelante su idea inicial de que sean todos autores argentinos (porque hoy por hoy sus narraciones han llegado a Madrid, California y varias ciudades de Panamá, además de diez provincias argentinas y, en ellas, muchísimas ciudades, pueblos y zonas rurales), ya que “es una forma de difundir nuestras escritoras y escritores, que tenemos tantos y muy buenos”.
Y a segura que, dado que su material propio se agotó pronto y la biblioteca popular de Hernández está cerrada por la coyuntura, “empecé a buscar por internet. Paso mucho tiempo buscando… Soy como un ratón de biblioteca, ¡pero cibernética!”, dice y se festeja la ocurrencia. “Busco el equilibrio, la mejor manera de llegar a una nena de tres años y a un nene de ocho, de nueve, de diez… porque la verdad es que en el grupo hay de todo… en definitiva yo creo que es porque un buen cuento infantil es bueno para todos”, describe.
La voz de Melé transmite. Transmite sus cuentos, vía whatsapp, pero también transmite cariño y dedicación. Se transparentan allí sus años de docencia y el profundo amor a sus nietos y nietas. Se traslada a todos lados con un simple botón de envío. Y llega. Sin que medie pago alguno, sin esperar devoluciones ni reconocimientos grandilocuentes. “Soy una abuela que lee, nada más”, aclara. “Busco cuentos, elijo, grabo y envío”. Tan simple como eso, y tan necesario.