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NO PUEDE TENER SEXO Y ORINA 30 VECES AL DÍA

La joven oriunda de Escocia estuvo más de una década con dolorosos e insoportables síntomas de infección urinaria. Finalmente, dio con un profesional que identificó lo que padecía.

Una joven oriunda de Escocia de nombre Carrie Esson vivió durante años realmente un calvario en lo que respecta a su salud. Luego de rebotar durante más de una década por diferentes médicos con síntomas de infección urinaria, logró hallar un diagnóstico y por fin comenzar una nueva vida.
Su largo peregrinar médico comenzó a sus ocho años, cuando empezó con los primeros síntomas de infección del tracto urinario, en 2005. Luego, a los 15 años comenzó a hacerse más recurrente, cuando su médico le diagnosticó mal una candidiasis y tardó “tres semanas en desaparecer”.
Los molestos y dolorosos síntomas retornaban con baños de burbujas, comida picante, cierta ropa interior y natación: “Al principio volvía cada pocos meses, luego se volvió mensual, luego cada dos semanas. No quería salir, me sentía diferente a las otras chicas”, relató la joven a Mirror.
Después de años y años de visitar especialistas, Carrie estaba cayendo en la desesperanza: “Ningún urólogo pudo encontrar algo malo en mi vejiga, a pesar del dolor constante. Consumí antibióticos de vez en cuando durante todo este tiempo. Hasta me decían que desafortunadamente era parte de su composición biológica”, explicó.
Su vida en los años posteriores serían de visitas recurrentes a los médicos y estudios como ultrasonidos, tomografías computarizadas, resonancias magnéticas y una cistoscopia
La joven intentó sumar hábitos saludables a su vida para colaborar al cuadro, y dice que su vejiga es tan sensible a la comida que a veces ayunaba durante días por miedo al dolor: “Mi vejiga se sentía como una bola de boliche mientras que mi uretra estaba en llamas. Vivo una pesadilla”.
Además, la joven probó muchos otros tratamientos y medicinas, sin resultados positivos: antibióticos, bloqueadores nerviosos, antiinflamatorios y opioides: “Estar de pie durante mucho tiempo, como ducharse o cocinar, era difícil”, contó Carrie, y dijo que pasaba mucho tiempo postrada en la cama a causa de los dolores: “Caminar cualquier distancia significaba depender de ayudas para la movilidad. Ir de compras o ir al cine con amigos me hacía pensar en el baño. ¡Quería llevar un baño portátil a todas partes!”, sostuvo.
Otro aspecto de su vida que se vio gravemente alterado es el sexual, ya que Carrie está imposibilitada de tener intimidad con su pareja por los dolores: “Aún no puedo tener sexo con penetración con mi pareja debido al dolor. Con Shaun, de 26 años, nos conocimos en un concierto en 2019”, explica. Y agrega: “En nuestra primera cita no mencioné nada sobre mi salud, pero cinco días después me hice la laparoscopia y me diagnosticaron endometriosis . Me trajo flores, fue una dulzura”, confió al mismo medio.
Ya entrado el 2020, Carrie con 23 años y su cuadro no mejoraba. Muy por el contrario, sus síntomas se habían hecho crónicos: “Son 24 horas al día, 7 días a la semana e implacables, después de que me desperté con una ITU y los síntomas nunca desaparecieron”, recuerda.
“Debo orinar hasta 30 veces al día, junto con el dolor pélvico y lumbar crónico. Sangre en la orina y retención. A pesar de estar en agonía, las pruebas daban negativo para la infección cada vez que iba al médico de cabecera”. A la terrible situación se le sumó que los antibióticos habían dejado de funcionar, no podía dormir ni comer y tenía quemaduras en la parte interna de los muslos debido a bolsas de hielo.
Nada mejoraba, hasta llegó a orinar un vaso cada diez minutos y la desesperación llegó a un punto cúlmine. Con la motivación de encontrarle un punto final a su drama, buscó por internet y encontró un especialista en Londres.
El profesional la recibió y, luego de realizarle algunos estudios, le dijo que padecía de una infección crónica de la vejiga que databa de al menos una década y de característica “desagradable, grave y furiosa”.
Tras una larga conversación, el médico le explicó que lo mejor para su cuadro era realizar una cirugía llamada de fulguración. Mediante este procedimiento, se usa el calor de una corrient. para destruir el tejido anormal, lo que se utiliza comúnmente en los pacientes con cáncer.
La operación costaba 5.500 dólares y se realizaba en Turquía, por lo que Carrie tuvo todo el apoyo de su familia para juntar el dinero, trasladarse y operarse en diciembre de 2021.
Durante la intervención, el doctor encontró un extenso daño de tejido precanceroso en el área del trígono de mi vejiga e inflamación crónica que se extendió a la parte posterior de mi vejiga.
“Todavía estoy desprendiendo pedazos de tejido cicatricial y cambiando toallas sanitarias regularmente”, reveló Carrie a cuatro meses de su operación. Según le explicaron, demorará más de un año recuperarse de la intervención: “Todavía tengo un largo camino por recorrer”, agregó, sabiendo que aún no sabe si será la cura total a su enfermedad.

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